Llevamos toda la puta vida sacrificándonos por un futuro que nunca llega.

El mañana es la zanahoria que el sistema nos pone delante para que sigamos tirando del carro. Mientras, nuestros sueños se marchitan y el pelo se nos cubre de canas. Esa llama interior que calentaba las noches de invierno e iluminaba las calles desiertas ha acabado por apagarse. Ya no nos queda nada.

“Tren a la estación perdida”

Alfredo Hoces