Lucha, lucha, lucha. Esta palabra puede sofocar. ¿Debemos luchar y gritar en las calles para siempre o antes cuidar? Hablas de cuidado, de tener cuidado con qué llenamos nuestras mentes, con nuestra supervivencia. El cuidado es esa dimensión muy precisa en la que el otro, entendido como alguien que morirá como tú y yo, es conscientemente acogido por las manos abiertas del propio destino. Esto es cómo traduzco los pensamientos de Heidegger sobre el cuidado en Ser y Tiempo. Cuando tomamos la decisión tranquila, precisa y persistente de cuidar, dejamos de estar fijados en la pérdida y la deuda, en el miedo y el falso comunitarismo. Osamos perder y beneficiarnos de lo que está disponible, lo que es un supuesto muy diferente. Disfrutamos de lo que nos gusta y encontramos lo que es necesario, ya sea comida, cobijo, inspiración o muerte.

Suicidio se ha vuelto una palabra bastante fea para una sensibilidad extremadamente gourmet… porque uno puede, como buen catador de vinos, decidir exactamente en qué punto ya ha tenido suficiente y asumir la responsabilidad por el deseo sublime y autónomo de abrazar el reposo y el olvido. ¿Porqué comparto estos pensamientos contigo? Porque tan paradójicamente cuanto pueda parecer -pero leyendo a Denys Turner y a todos esos autores que reflexionan sobre la teología negativa debes estar familiarizado con la paradoja-, fue cuando, durante mi psicoanálisis, planteé críticamente la posibilidad de suicidarme que me volví significativamente más vitalista en mi pasión por otras personas y en el amor por mi deseo, y eso es verdaderamente bello. ¿Alguna vez te has enamorado de tu deseo, M.? No sé cómo sucede, pero puede salvar tus días, querido amigo, todos tus días.

El capitalismo nos ha quitado la muerte. Puede ser trendy y entretenido mirar películas y leer cómics de vampiros y zombis, e incluso ver personas enfermas y muertas en una pantalla, pero toda esa industria de la muerte no hace nada más que apartar la muerte de lo humano. Hasta la salud es venerada como si no tuviéramos que morir. Vivimos demasiado tiempo y estoy seguro de que este es un gran problema para quienes gobiernan los recursos del mundo, tanto naturales como humanos y financieros. Esta es la razón por la que no veo demasiado raro en las supuestas conspiraciones para reducir la población mundial en dos tercios o más. Después de todo, ¿no conspiran necesariamente todas las instituciones económicas? Esto es economía pura y teoría del juego, cosas mortales: si solo quieres sobrevivir (simplicidad voluntaria, como muchos le llaman), deberías morir como una hormiga; si quieres hacer dinero, no puedes parar de hacer más y más dinero. Estás en la avenida letal del abismo y la pérdida o en la autopista neurótica del consumo y la acumulación, esforzándote para vencer en un mundo de Diógenes donde el delirio cotiza al alza y hay escoria por doquier.

Si cuidáramos…

Francesc Serra Lopes

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